Con me gusta y seguidores artificiales, Palmsy replica las dosis de dopamina que recibimos de las redes sociales mientras protege nuestra información privada. ¿Pero estos proyectos están haciendo más daño que bien?
Las redes sociales dominan casi todas las interacciones que realizamos hoy en día. Aún está en debate si eso es algo bueno o malo, pero eso no ha impedido que las aplicaciones intenten salvarnos de nosotros mismos.
Desde Calm a FUERA DE TIEMPO, las empresas de tecnología están encontrando innumerables formas de forjar relaciones aparentemente más saludables entre nosotros y nuestros teléfonos.
Estos proyectos paradójicos han adoptado el apodo de "aplicaciones sociales antisociales", pero quizás ninguno sea tan digno de este nombre como palmoso, la última plataforma innovadora que intenta reescribir nuestra relación con las redes sociales.
El concepto es simple: los usuarios pueden publicar textos y fotos dentro de Palmsy – a nadie. Al importar tu lista de contactos, permites que la aplicación fabrique 'me gusta' de las personas que conoces, llegando incluso a enviar notificaciones push falsas como si estas personas hubieran interactuado con tus publicaciones.
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Sin embargo, lo más importante es que nada sale de tu teléfono. Su privacidad está protegida y puede disfrutar usted mismo de las dosis instantáneas de dopamina que ofrece la interacción con las redes sociales.
Según Engadget, Palmsy es una aplicación de periodista que ofrece "me gusta falsos de amigos reales". Si bien la plataforma no indica explícitamente el motivo detrás de su extraña configuración, la explicación más obvia para una aplicación redundante es proporcionar la dosis de dopamina que ofrecen las redes sociales reales.
No es ningún secreto que las redes sociales no son buenas para nuestra la salud mental. Por lo tanto, Palmsy proporciona una forma supuestamente inofensiva de disfrutar de su teléfono sin las amenazas que conlleva la exposición pública.
Es una solución tentadora para aquellos cansados del rollo interminable y de los peligros de compartir demasiado. Sin embargo, también es un síntoma de un problema más profundo: una sociedad tan desesperada por la validación que está dispuesta a conformarse con una afirmación artificial.