Frente a la costa de Florida, se encuentra un cementerio de llantas desechadas en el fondo del océano. Aunque se ha estado realizando un esfuerzo colectivo para eliminarlos durante una década, una organización finalmente tiene un plan para convertirlos en algo nuevo.
En la década de 1970, la empresa estadounidense Broward Artificial Reef Inc. creía que arrojar 2 millones de neumáticos al fondo del océano era una buena idea. Le dijeron al público que "ayudaría a los peces".
La esperanza era que varios corales y pequeños peces se engancharan al caucho y crearan el arrecife artificial más grande del mundo, llamado Osborne Reef.
Lo que realmente sucedió fue que los neumáticos se rompieron, eventualmente contaminando las playas con microplásticos y dañando los arrecifes naturales existentes cuando los fuertes vientos y las tormentas las arrastraban las fuertes corrientes oceánicas.
A pesar de más de una década de esfuerzos de limpieza, quedan más de 500,000 neumáticos en el fondo del océano. Incluso ahora, ha crecido poca vida en el arrecife Osborne o sus alrededores, aparte de las pequeñas y escasas esponjas marinas.
El empresario floridano Richard Spreen decidió tomar medidas después de leer sobre esta catástrofe ambiental en un periódico local. Lanzó su empresa, Echo Flow, utilizando su conocimiento existente de la industria de la construcción y el techado.
Ahora, la compañía de Spreen ha desarrollado una forma única de convertir llantas desechadas en un material de construcción compuesto en un 93 por ciento de componentes reciclados. Luego, este material se puede moldear en ladrillos o "bloques" que se utilizan en la construcción.