Menú Menú

Opinión: la agresión sexual sigue siendo una plaga para la conciencia de la India

El reciente asalto de una pandilla a un vlogger español en Jharkhand, India, es una alarmante llamada de atención. India ya no puede negar su problema de violencia sexual y debe trabajar colectivamente para encontrar una solución.

TW: Este artículo contiene descripciones detalladas de agresión y violencia sexual. Se recomienda discreción del lector.

A principios de este mes, el sueño de un vlogger de viajes español de explorar la India se convirtió en una pesadilla inimaginable. En el distrito Dumka de Jharkhand, siete hombres supuestamente la amenazaron con una daga, la patearon, la golpearon y la violaron repetidamente durante dos horas y media traumáticas.

“Mi cara se ve así, pero no es lo que más me duele. Pensé que íbamos a morir”, dijo el sobreviviente de 28 años en una declaración en video.

A medida que surgen detalles de la violación en grupo de Dumka, ensombrecen la imagen global de la India. Los medios extranjeros han destacado con razón las sombrías estadísticas de violencia sexual de la India: un promedio de casi 90 violaciones denunciadas diariamente en 2021, según la Oficina Nacional de Registros Criminales.

Sin embargo, esto probablemente sea sólo la punta del iceberg, ya que innumerables casos están envueltos en el estigma social.

El incidente guarda paralelismos con el caso Nirbhaya de 2012, que desató protestas y reformas en todo el país, incluida la pena de muerte por violación.

Sin embargo, las tasas de condenas siguen siendo lamentablemente bajas, y los casos languidecen durante años en el sobrecargado sistema judicial de la India. La frecuencia de tales delitos, junto con la falta de implementación efectiva de las leyes y de cambios sociales, pone de relieve una falla sistémica en la protección de las mujeres.


Un patrón inquietante y una negación social

Trágicamente, la terrible experiencia de la sobreviviente de Dumka es parte de un patrón inquietante de violencia sexual contra ciudadanos extranjeros en la India.

Solo en 2019, el gobierno indio informó de 36 casos de violación/agresión sexual contra extranjeros, según datos de Reuters. Es probable que muchos más no fueran denunciados.

“Negar que India tiene [este] problema es negar todas nuestras experiencias vividas”, dijo Madhura Rao, un estudioso de sistemas alimentarios que creció desconfiando profundamente de los hombres en los espacios públicos indios debido al acoso generalizado.

Sohni Chakrabarti, un académico, se hizo eco de esto y escribió; "No conozco a una sola mujer que no haya enfrentado algún tipo de acoso o algo peor mientras estuvo en la India".

Sin embargo, en lugar de introspección, ciertas voces han tratado de descartar o negar estos inquietantes relatos.

Rekha Sharma, presidenta de la Comisión Nacional de Mujeres (NCW), arremetió contra el escritor David Josef Volodzko por compartir observaciones sobre el “nivel de agresión sexual” que presenció en la India, acusándolo de “difamar a todo el país”.

Estas respuestas son emblemáticas de la cuestión: la renuencia a reconocer el problema profundamente arraigado de la violencia sexual y la misoginia. Descartar las experiencias vividas como “difamación” obstaculiza soluciones efectivas.

La violencia de género a menudo se considera una cuestión exclusiva de las mujeres y no una preocupación social más amplia en la India, lo que dificulta la implementación de medidas para abordarla, señala la activista Amba Daruwalla.

“Hemos visto algunos cambios positivos, particularmente en la representación de las mujeres en los medios. Sin embargo, garantizar la seguridad de las mujeres sigue siendo un desafío importante, particularmente en comunidades donde las normas culturales restringen la movilidad de las mujeres”, dijo.

Los activistas citan la flagrante falta de datos completos como un obstáculo importante, ya que las autoridades parecen dudar o no querer reconocer el alcance total del problema.


Un ajuste de cuentas y una llamada de atención 

El año pasado, como parte del movimiento global #MeToo, India fue testigo de semanas de protestas por parte de destacadas luchadoras que expusieron valientemente presuntos abusos sexuales por parte del jefe de su federación, exigiendo su renuncia y una investigación exhaustiva.

Incidentes anteriores de alto perfil, como la violación de una mujer británica en Goa y la violación en grupo de una turista danesa en Delhi, habían llamado la atención mundial sobre la cuestión de la seguridad de las mujeres en la India.

El Tribunal Superior de Jharkhand señaló acertadamente cómo “los delitos sexuales contra mujeres extranjeras empañan la imagen de la India en todo el mundo”. Pero el verdadero costo trasciende el daño a la reputación: erosiona el tejido social y los supuestos valores de la India.

Mientras continúa la investigación del caso Dumka, la India debe emprender una introspección colectiva. La batalla exige rechazar las normas patriarcales arraigadas que permiten actos atroces y fomentar la tolerancia cero hacia la violencia sexual.

Si bien la rápida compensación de ₹ 10 lakh a la sobreviviente de Dumka es encomiable, ninguna cantidad puede deshacer su trauma. El reconocimiento suo motu del Tribunal Superior subraya la urgencia de que se haga justicia, pero el verdadero consuelo reside en el cambio sistémico.

Cuando la sobreviviente expresó su gratitud en medio de un dolor inimaginable, sus palabras resonaron: “Las penas son duras... cualquiera que haga esto debería pensarlo dos veces”.

Sin embargo, si los indios pueden celebrar colectivamente los triunfos, ¿no deberían también sentir vergüenza colectiva cuando se viola a los huéspedes de su tierra?

La violación en grupo de Dumka mancha la conciencia de la India, que exige una postura unificada para proteger a todas las mujeres. Mientras la nación lidia con este horror, ¿se levantará para enfrentar sus demonios o permitirá que esta mancha se pudra?

Accesibilidad