'Life Between Islands: Caribbean-British Art 1950s - Now' es la última exposición de Tate para explorar las obras de artistas británicos de renombre como Sonia Boyce, Claudette Johnson y Steve McQueen. Pero alojadas en un bastión de la historia colonial, ¿estas demostraciones de excelencia artística negra obligarán alguna vez a las instituciones culturales británicas a enfrentarse a su pasado?
David A Bailey, curador, artista y miembro del British Black Arts Movement, un movimiento de arte político radical fundado en la década de 1980, ha revelado su última exposición histórica en Tate Britain.
'Vida entre islas' explora el trabajo de pintores, fotógrafos, escultores y diseñadores de moda británicos. Muchos son de herencia caribeña, mientras que otros han mostrado un interés latente en el Caribe a lo largo de su obra.
Bailey ha dicho que instituciones británicas como Tate deben asumir la responsabilidad de su propia historia de beneficiarse del colonialismo.
La colección original de Tate, fundada a finales del siglo XIX por Sir Henry Tate, un refinador de azúcar que hizo su fortuna gracias a la esclavitud, es solo uno de los muchos casos en los que el arte británico y sus puestos de avanzada se han convertido en marcadores residuales del colonialismo.
No es solo la industria creativa la que se apoya en los laureles del racismo. Las escuelas, bibliotecas y otras instituciones culturales continúan ocultando, y en algunos casos incluso celebrando, sus turbios pasados.
La Universidad de Oxford sigue conectada con numerosos propietarios y comerciantes de esclavos, que financiaron sus ornamentados edificios y colegios.
La estatua de la universidad de Cecil Rhodes, renombrado supremacista blanco, todavía domina la entrada al Oriel College, un recordatorio inminente del legado racista que fundamentalmente da forma a nuestro país.