Las redes sociales han sido una herramienta poderosa para arrojar luz sobre lo que le está sucediendo a la gente de Ucrania, Afganistán e incluso Palestina. Pero, ¿es la mejor manera de ayudar a la creciente crisis de refugiados?
Hace siete años, la foto de Alan Kurdi, de tres años, encontrada en las costas de Bodrum, Turquía, causó conmoción en las redes sociales. #Kiyiya Vuran Insanlik (traducido: humanidad arrastrada a tierra) comenzó a ser tendencia en Twitter, con oleadas de tuits expresando solidaridad con los refugiados sirios.
La foto abrió los ojos del mundo a lo que realmente estaba sucediendo en el Medio Oriente.
A estudio by Proceedings of the National Academy of Sciences encontró que las donaciones diarias a la campaña de la Cruz Roja Sueca para los refugiados sirios fueron 55 veces mayores ($214,300) en la semana posterior a la foto que la semana anterior ($3,850).
Si bien las donaciones, las publicaciones sinceras y el alboroto movilizaron empatía y preocupación, no duró mucho.
Oxfam destacó que, un año después de la muerte de Kurdi, el número de refugiados y migrantes que perecieron tratando de llegar a otro país aumentó en una quinta parte de 4664 muertes a 5700.
Los tuits de apoyo no ayudaron a mejorar la situación de las personas que intentan buscar refugio, mostrando la dura realidad de las campañas en las redes sociales y las protestas virtuales; se necesita hacer más trabajo.
Cada tweet, cada hashtag y cada cambio de perfil amplifica la idea de que los usuarios están jugando un papel activo para ayudar a una causa.