Esta semana, el Papa Francisco usó un tocado indígena tradicional que le regalaron los sobrevivientes de las escuelas residenciales canadienses. La declaración marcó una disculpa oficial de la Iglesia Católica por su participación en el abuso generalizado de niños indígenas.
Cuando el Jefe Wilton Littlechild le entregó al Papa Francisco un tocado indígena tradicional el lunes, finalmente se abordaron años de sufrimiento y abandono institucional.
Las fotografías del Papa con atuendo nativo han circulado en Twitter. Es una imagen notable y humorística que se ha destacado entre las noticias políticas deprimentes y la catástrofe climática.
Pero a pesar de toda su ligereza, la declaración de moda del Papa tenía un significado simbólico. Littlechild, sobreviviente de una escuela residencial, había recibido al Papa Francisco en Maskwacis, Alberta, junto con una audiencia de otras personas que habían experimentado un trauma similar.
La visita fue parte de la disculpa del Vaticano por el papel de la Iglesia Católica en el sistema de escuelas residenciales de Canadá, que vio a miles de niños indígenas abusado y asesinado.
Aunque la última escuela residencial se cerró en 1998, su impacto sigue vivo. Bajo este sistema, los niños indígenas fueron separados por la fuerza de sus familias en un esfuerzo por eliminar sistemáticamente la cultura y el idioma indígenas.
Como resultado, a muchos sobrevivientes se les han arrancado sus raíces culturales y ancestrales.
La visita del Papa Francisco a Alberta marca el primer reconocimiento de la Iglesia del sistema como una forma de 'genocidio cultural'. Se le vio besando las manos de Littlechild después de recibir el tocado, un gesto de respeto ha dado previamente a los sobrevivientes del Holocausto.
Después de la disculpa, el periódico del Vaticano publicó imágenes del Papa Francisco y Littlechild en la primera plana bajo el título "Humildemente ruego perdón". Pero la población indígena estadounidense ha tenido una respuesta mixta.
Para muchos, la admisión de culpabilidad por parte de la Iglesia es un punto de inflexión emocional. Marca un gran avance para la visibilidad indígena, una población que es gravemente maltratada, marginada e ignorada tanto por el gobierno estadounidense como por la comunidad internacional.